lunes, 3 de noviembre de 2008

Caida del Imperio Romano de Occidente.

En el siglo V las provincias del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por los impuestos exigidos para el mantenimiento del Ejército y de la burocracia; también a causa de la guerra civil y de las invasiones de los pueblos germanos. Al principio la política conciliadora con los invasores al nombrarles para cargos militares en el Ejército romano y administrativos en el gobierno, tuvo éxito. No obstante, los pueblos invasores del Este emprendieron gradualmente la conquista del Occidente y a finales del siglo IV Alarico I, rey de los visigodos, ocupó Iliria y arrasó Grecia; en el 410 conquistó y saqueó Roma, pero murió poco después. Su sucesor Ataúlfo (410-415) dirigió a los visigodos a la Galia y en el 419 el rey visigodo Valia recibió autorización del emperador Flavio Honorio para asentarse en el suroeste de la Galia, donde fundó un reino visigodo. En torno a estas fechas los vándalos, suevos y alanos ya habían invadido Hispania, por lo que Flavio Honorio se vio obligado a reconocer la autoridad de estos pueblos sobre esa provincia. Durante el reinado de su sucesor, Valentiniano III, los vándalos, bajo el mando de Genserico conquistaron Cartago, mientras que la Galia e Italia eran invadidas por los hunos, encabezados por Atila. Éste marchó primero sobre la Galia pero los visigodos, ya cristianizados y leales a Roma, le hicieron frente. En el año 451 un ejército de romanos y visigodos, mandado por Flavio Aecio, derrotó a los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos. En el año siguiente Atila invadió Lombardía, pero no pudo seguir avanzando hacia el sur y falleció en el año 453. En el 455, Valentiniano, último miembro del linaje de Teodosio en Occidente, fue asesinado. En el periodo comprendido entre su muerte y el año 476 el título de emperador de Occidente fue ostentado por nueve gobernantes, aunque el auténtico poder en la sombra era el general romano de origen suevo Ricimer, llamado también el ‘proclamador de reyes’. Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, fue depuesto por el jefe de los hérulos Odoacro, a quien sus tropas proclamaron rey de Italia en el año 476. El Imperio de Oriente, también llamado Imperio bizantino, perduraría hasta 1453.

Constantino.

Constantino unificó un imperio tambaleante, reorganizó el Estado romano y preparó el terreno para la victoria final del cristianismo a finales del siglo IV. Muchos eruditos modernos aceptan la sinceridad de su convicción religiosa. Su conversión fue gradual; en un principio es probable que asociara a Cristo con el victorioso dios solar. Sin embargo, en la época del Concilio de Nicea (325), era un cristiano convencido, aunque aún toleró el paganismo entre sus súbditos. A pesar de ser criticado por sus enemigos como defensor de una religión cruel y falsa, consolidó el Imperio romano y aseguró su supervivencia en Oriente. Como primer emperador que gobernó en el nombre de Cristo, fue una de las principales figuras en el inicio de la Europa cristiana medieval.

Diocleciano y la tetrarquía.

La tetrarquía facilitó el mantenimiento del orden; las victorias sobre los enemigos de Roma, en África y Persia, extendieron las fronteras del Imperio, más tarde reforzadas y fortificadas. La reorganización administrativa del Imperio terminó con la primacía de Italia. Roma fue reemplazada como capital del Imperio por Mediolanum (la actual Milán), que se convirtió en cuartel general de Maximiano; Nicomedia, en el noroeste de Asia Menor, fue la capital de Diocleciano; Augusta Treverorum (en la actualidad Tréveris) en Germania, fue la base de Constancio; y Sirmium (Sremska Mitrovica, en lo que ahora es Serbia) en Panonia, el centro administrativo de Galerio. A pesar de la descentralización provocada por la tetrarquía, el sistema político evolucionó a formas cada vez más autocráticas. Diocleciano introdujo el ceremonial oriental en su corte, adoptó el sobrenombre de Jovius (uno de los nombres de Júpiter) y asignó a Maximiano el de Heraclio (derivado de Hércules). Sus leyes fueron rígidas y opresivas, en particular el llamado Edicto de Diocleciano o del Máximo (301), que fijó los precios máximos de las mercancías y los salarios en todo el Imperio. Sin embargo, el Edicto resultó inaplicable y pronto se abandonó. Los severos cambios en el sistema de recaudación de impuestos resultaron más duraderos. Hicieron responsables a los funcionarios civiles del pago de cantidades fijas, lo que provocó el aumento violento de la fiscalidad. En el aspecto religioso, Diocleciano acentuó el carácter divino del emperador y, persuadido por Galerio, reanudó las persecuciones contra los cristianos, que comenzaron en el 303. Dos años más tarde renunció al poder y obligó a Maximiano a secundarle en su abdicación, dejando la sucesión, como había planeado, a Galerio y Constancio. Se retiró a su propiedad campestre, cerca de Salona (Dalmacia), en cuyo palacio de Spalato falleció en el 313.

Limes

los límites fronterizos del Imperio Romano Imperio (el término limes significa «límite», «frontera», en latín). En Europa se ubicaba a lo largo de los ríos Rin y Danubio, para aprovechar el empleo de estos caudalosos ríos como fronteras naturales y para completar esta frontera natural, los romanos construyeron grandes murallas fronterizas que se levantaron a partir de finales del siglo I en aquellas zonas que no se podían defender eficazmente de las cada vez más frecuentes invasiones bárbaras, aunque las defensas más importantes y más estructuradas son del siglo II. Cada cierta distancia, se unía una torre o cualquier otra fortificación a la muralla. Los limes solían atraer a los comerciantes, y las familias de los soldados se instalaban también en las cercanías, por lo que a la larga se convirtieron en núcleos de población romana (a pesar de estar expuestos a las incursiones extranjeras) y en centros de intercambio comercial y cultural entre latinos y bárbaros.

La Crisis del siglo III

Hace referencia a un período histórico del Imperio Romano, de cincuenta años de duración, comprendido entre la muerte del emperador Severo Alejandro, en 235, y el acceso al trono del Imperio por parte de Diocleciano en 284. Es éste un período de profunda crisis, durante el cual se producen fuertes presiones de los pueblos exteriores al Imperio y una fuerte crisis política, económica y social en el interior del Imperio. Tanto en Italia como en las provincias irán surgiendo poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la vida económica se verá marcada por la incertidumbre de la producción, la dificultad de los transportes, la ruina de la moneda, etc.
De este período se han diferenciado dos subperíodos. El primero es el de la Anarquía militar (235-268
), en la que se produce una ausencia casi constante de una autoridad regular central duradera y durante la cual los soldados de los ejércitos fronterizos, de los limes imperiales, designan y eliminan emperadores a su voluntad. El descontrol es tal que varias provincias de occidente y oriente se escinden para formar el Imperio Galo y el Reino de Palmira respectivamente, en un intento de hacer frente con sus propios medios a los peligros exteriores que amenazan el Imperio.
El segundo periodo es conocido como el de los emperadores ilirios (268-284). Tras los años anteriores de anarquía militar, en que la seguridad y la unidad del imperio se había visto gravemente comprometida, diferentes emperadores de origen ilírico y danubiano lograron reunificar el Imperio y sentar las bases para restablecer la situación.
Con el nombramiento de Diocleciano
y el establecimiento primero de la Diarquía y después de la Tetrarquía, se da por superada la crisis del siglo III.

Romanización.

Fue un proceso de aculturación que experimentaron las diversas regiones conquistadas por Roma, por el que dichos territorios incorporaron los modos de organización político-sociales, las costumbres y las formas culturales emanadas de Roma o adoptadas por ella. En el caso correspondiente a la península Ibérica, fue de diferente intensidad según las zonas —mayor en el sur y este peninsulares— y se produjo en distintos momentos (más tardío en el oeste y norte).

sábado, 25 de octubre de 2008

La Pax Romana.

Las fronteras del Imperio tuvieron su máxima extensión en el siglo II. Los romanos dominaban así buena parte de la Europa actual, la totalidad de la cuenca mediterránea, incluido todo el norte de África, Palestina y Siria, prolongando su poder al noreste por Mesopotamia y Asiria hasta el Éufrates, Asia Menor y Armenia. En el plano institucional, fue un periodo de equilibrio. El poder absoluto de los emperadores se ejerció con moderación. La seguridad de las vías de comunicación favoreció el comercio. Esta prosperidad económica se vio en las ciudades, que se embellecieron y asentaron en detrimento del campo como centros de romanización y de cultura.
La pax romana (en español, ‘paz romana’) fue en realidad una paz armada, porque los emperadores conservaron las fronteras del Imperio gracias a las espadas. Las invasiones (germanas al norte y persas al este) pusieron fin a la ‘paz romana’ en el siglo III.