lunes, 3 de noviembre de 2008

Diocleciano y la tetrarquía.

La tetrarquía facilitó el mantenimiento del orden; las victorias sobre los enemigos de Roma, en África y Persia, extendieron las fronteras del Imperio, más tarde reforzadas y fortificadas. La reorganización administrativa del Imperio terminó con la primacía de Italia. Roma fue reemplazada como capital del Imperio por Mediolanum (la actual Milán), que se convirtió en cuartel general de Maximiano; Nicomedia, en el noroeste de Asia Menor, fue la capital de Diocleciano; Augusta Treverorum (en la actualidad Tréveris) en Germania, fue la base de Constancio; y Sirmium (Sremska Mitrovica, en lo que ahora es Serbia) en Panonia, el centro administrativo de Galerio. A pesar de la descentralización provocada por la tetrarquía, el sistema político evolucionó a formas cada vez más autocráticas. Diocleciano introdujo el ceremonial oriental en su corte, adoptó el sobrenombre de Jovius (uno de los nombres de Júpiter) y asignó a Maximiano el de Heraclio (derivado de Hércules). Sus leyes fueron rígidas y opresivas, en particular el llamado Edicto de Diocleciano o del Máximo (301), que fijó los precios máximos de las mercancías y los salarios en todo el Imperio. Sin embargo, el Edicto resultó inaplicable y pronto se abandonó. Los severos cambios en el sistema de recaudación de impuestos resultaron más duraderos. Hicieron responsables a los funcionarios civiles del pago de cantidades fijas, lo que provocó el aumento violento de la fiscalidad. En el aspecto religioso, Diocleciano acentuó el carácter divino del emperador y, persuadido por Galerio, reanudó las persecuciones contra los cristianos, que comenzaron en el 303. Dos años más tarde renunció al poder y obligó a Maximiano a secundarle en su abdicación, dejando la sucesión, como había planeado, a Galerio y Constancio. Se retiró a su propiedad campestre, cerca de Salona (Dalmacia), en cuyo palacio de Spalato falleció en el 313.

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